viernes, 28 de octubre de 2011

FRUTAS MORADAS

Juan se encontraba en una montaña, solo, sin comida y con muchísimo frío. A su alrededor solo podía ver árboles. Comenzó a caminar buscando una pequeña casa o alguna persona. Levaba más de dos horas andando y no vio ni un animal. Decidió pararse y hacer un pequeño fuego para calentarse. Se sentó frente a la hoguera y al mirar hacia arriba vio que varias frutas diferentes colgaban de las ramas del árbol en el que se apoyaba, pero él no sabia qué clase de fruta era y decidió no comerlas.
Comenzó a oscurecer y empezó a preocuparse, pero enseguida se dio cuenta de que no tenía nada que temer, ya que no veía ni escuchaba nada desde por la mañana.
El fuego empezó a apagarse y Juan fue a buscar ramas. Durante el paseo se fijó en todas las frutas y observó que no había dos iguales. Cogió las frutas que más le llamaron la atención y regresó. La piel y la forma eran diferentes, pero al pelarlas vio que todas eran moradas.
Casi era media noche y las tripas de Juan rugían. Miró un momento los frutos, pero se dio la vuelta sin probar bocado alguno. Por fin consiguió dormirse.
A la mañana siguiente se despertó congelado y muerto de hambre. Miró una de las frutas que peló la anterior noche, la cogió y se la acercó a la boca lentamente. Antes de poder morderlo escuchó la voz de su madre llamándolo para que se despertara. Juan se quedó un momento echado en la cama, sin saber qué hacer, y solo se le ocurrió sonreír. 

Teresa P.M.

miércoles, 26 de octubre de 2011

BALONES

 
14 de octubre, martes. Hoy tocaba Educación Física después de Matemáticas;  por lo que no pude atender a lo que la profesora estaba explicando sobre la factorizacion  de polinomios. Solo podía pensar en una cosa: en que me tocaría a mí, en que la profesora me elegiría a mí, de veintiséis personas, a mí.

El timbre sonó y me dirigí, junto con mis amigas, al pabellón donde tiene lugar la clase de Educación Física. Una  vez allí, soltamos la mochila y la profesora nos reunió en un círculo para comentarnos la actividad del día. Mientras nos decía los movimientos del deporte que realizaríamos más tarde, se podían escuchar en el otro lado del pabellón los balonazos contra la pared. Parecía una tormenta y mi sospecha de esta mañana se hacía realidad: los chicos mayores estaban jugando al fútbol. De repente escuché a la profesora decirme:

-¡Ve a por el material!, los demás id  calentando.

Mi mundo se volvió negro. Me había escogido, me había elegido a mí, una chica larguirucha y delgada, quizás la más débil del grupo, para pasar la zona de los balonazos, ya que el almacén del material se encontraba en el otro extremo.

Me coloqué en la zona de salida. Veía pasar balones a gran velocidad y pensé que atravesaría esa zona corriendo. Pero sentía miedo, pánico, las piernas me temblaban, sabía que no lo iba a conseguir, que si pasaba por allí acabaría en enfermería con algún hueso roto.

Al final me armé de valor y lo hice. No sé cómo, pero allí estaba yo, corriendo como nunca, esquivando los balones. Uno me rozó, pero no sufrí ningún daño y cuando me quise dar cuenta ya estaba allí, en la pequeña salita donde se guarda el material.
Respiré hondo, miré hacia atrás y sonreí, aunque ese estado de felicidad no me duró mucho, pues me di cuenta de una cosa: tenía que volver a pasar. 
Y esta vez cargada con el material.

Laura A.

jueves, 20 de octubre de 2011

El DORADO


Después de que Colón descubriera América en el 1492, hubo muchas expediciones, cuya finalidad era encontrar "El Dorado".
Nuño iba en una de ellas, capitaneada por el general Rodríguez.
Nuño tenía 17 años,  el pelo rubio y ojos azules. Llevaba una vestimenta vieja y sucia, en la que  había algunos trozos con manchas de sangre,  huellas de heridas de caídas y de algunas plantas espinosas.
Llevaban días sin comer, así que el general Rodríguez llamó a Nuño y a Arturo, un soldado de la armada española:
-¡Id a buscar comida!- ordenó el general.
-!A la orden!- contestaron al unísono.
Se adentraron en la selva, donde había millones de mosquitos y grandes animales. Tras cruzar el río, llegaron a un pequeño poblado misterioso, pues cuando entraron en el territorio de la tribu, Nuño vio un trozo de harapo que brillaba en el suelo.
Mientras Arturo hablaba con el jefe - un hombre alto y delgado que milagrosamente sabía hablar español-, Nuño siguió dándole vueltas a su hallazgo hasta que, sorprendido, pensó:
-¡Es de oro!
El jefe se dió cuenta de lo que Nuño había descubierto y rápidamente le prestó comida y agua a Arturo, y le dijo que no volviera nunca más. Después se dirigió a Nuño y le dijo:
-¡Sí, este es "El Dorado" y ahora tú debes cuidar el secreto!

Juanjo L.R.

domingo, 16 de octubre de 2011

CONCURSO DE METÁFORAS Y SÍMILES PARA CRONOPI@S

Imaginación, creatividad, ingenio, inspiración...De todo esto les sobra a los cronopios y a las cronopias. Ya han empezado a llegar sus propuestas y sabemos que va a ser difícil decidir. Aún estás a tiempo de enviar la tuya.


Tus ojos son dos mares infinitos. (Alba, 1º E)
Tu pelo es hierba. (Mario, 1º E)
Te amo como un mercadillo a su clientela,
te amo de aquí a Salzburgo,
te amo como un ramo de flores al aire fresco (David, 1º E)

Y siguen llegando más:

Su carne es una mandarina.
Los claveles son sus labios. (Macarena, 1º E)
El pelo verde del campo.
la aguja de la avispa.
El agua azul del cielo. (Alicia C. 1º E)
La tristeza de las nubes.
El corazón del melocotón.
La fortuna de una cartera.
El amor de un imán al metal.
El pelo punki del sol. (Alejandro, 1º E)