viernes, 28 de octubre de 2011

FRUTAS MORADAS

Juan se encontraba en una montaña, solo, sin comida y con muchísimo frío. A su alrededor solo podía ver árboles. Comenzó a caminar buscando una pequeña casa o alguna persona. Levaba más de dos horas andando y no vio ni un animal. Decidió pararse y hacer un pequeño fuego para calentarse. Se sentó frente a la hoguera y al mirar hacia arriba vio que varias frutas diferentes colgaban de las ramas del árbol en el que se apoyaba, pero él no sabia qué clase de fruta era y decidió no comerlas.
Comenzó a oscurecer y empezó a preocuparse, pero enseguida se dio cuenta de que no tenía nada que temer, ya que no veía ni escuchaba nada desde por la mañana.
El fuego empezó a apagarse y Juan fue a buscar ramas. Durante el paseo se fijó en todas las frutas y observó que no había dos iguales. Cogió las frutas que más le llamaron la atención y regresó. La piel y la forma eran diferentes, pero al pelarlas vio que todas eran moradas.
Casi era media noche y las tripas de Juan rugían. Miró un momento los frutos, pero se dio la vuelta sin probar bocado alguno. Por fin consiguió dormirse.
A la mañana siguiente se despertó congelado y muerto de hambre. Miró una de las frutas que peló la anterior noche, la cogió y se la acercó a la boca lentamente. Antes de poder morderlo escuchó la voz de su madre llamándolo para que se despertara. Juan se quedó un momento echado en la cama, sin saber qué hacer, y solo se le ocurrió sonreír. 

Teresa P.M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario