miércoles, 26 de octubre de 2011

BALONES

 
14 de octubre, martes. Hoy tocaba Educación Física después de Matemáticas;  por lo que no pude atender a lo que la profesora estaba explicando sobre la factorizacion  de polinomios. Solo podía pensar en una cosa: en que me tocaría a mí, en que la profesora me elegiría a mí, de veintiséis personas, a mí.

El timbre sonó y me dirigí, junto con mis amigas, al pabellón donde tiene lugar la clase de Educación Física. Una  vez allí, soltamos la mochila y la profesora nos reunió en un círculo para comentarnos la actividad del día. Mientras nos decía los movimientos del deporte que realizaríamos más tarde, se podían escuchar en el otro lado del pabellón los balonazos contra la pared. Parecía una tormenta y mi sospecha de esta mañana se hacía realidad: los chicos mayores estaban jugando al fútbol. De repente escuché a la profesora decirme:

-¡Ve a por el material!, los demás id  calentando.

Mi mundo se volvió negro. Me había escogido, me había elegido a mí, una chica larguirucha y delgada, quizás la más débil del grupo, para pasar la zona de los balonazos, ya que el almacén del material se encontraba en el otro extremo.

Me coloqué en la zona de salida. Veía pasar balones a gran velocidad y pensé que atravesaría esa zona corriendo. Pero sentía miedo, pánico, las piernas me temblaban, sabía que no lo iba a conseguir, que si pasaba por allí acabaría en enfermería con algún hueso roto.

Al final me armé de valor y lo hice. No sé cómo, pero allí estaba yo, corriendo como nunca, esquivando los balones. Uno me rozó, pero no sufrí ningún daño y cuando me quise dar cuenta ya estaba allí, en la pequeña salita donde se guarda el material.
Respiré hondo, miré hacia atrás y sonreí, aunque ese estado de felicidad no me duró mucho, pues me di cuenta de una cosa: tenía que volver a pasar. 
Y esta vez cargada con el material.

Laura A.

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